No es ningún secreto que la ley y el campo legal tienden a adherirse a una base tradicional y tienen innumerables procedimientos antes de que implemente algún cambio o se desarrolle. Muchas veces, esto resulta en que la sociedad cambia a un ritmo mucho más rápido que la ley. Este no es necesariamente un resultado negativo o positivo, es simplemente una manera equilibrada de mantener un sentido de uniformidad en la forma en que los problemas y las disputas en la sociedad deben ser evaluados y resueltos.
El sistema legal es la columna vertebral de todos nuestros comportamientos como parte de la sociedad, no puede tener la misma flexibilidad e informalidad que otros sectores más innovadores porque no podría conformarse de manera racional para garantizar la justicia y la factibilidad para todos. Imagínese si las leyes cambiaran tan rápido como nosotros. Tendríamos nuevas leyes todos los días que muy probablemente se contradijeran entre sí, y el sistema legal perdería todo su propósito de mantener un orden y una estructura social en su lugar.
Pero aunque sería poco práctico cambiar imprudentemente las leyes para acomodarnos a nuestras actividades cotidianas y a los constantes cambios de la sociedad, el campo y la práctica del derecho tienen mucho por adelantar cuando se trata de digitalización y virtualización de sus procesamientos.
A nivel mundial, el mercado de servicios legales es uno de los más grandes del mundo con cerca de $1T de ingresos generados. Todo lo que hacen las empresas y las industrias, como vender, comprar, crear asociaciones, fusiones, reorganizaciones, etc., se realiza a través de contratos legalmente exigibles. En gran medida, la estabilidad de la sociedad y nuestra economía depende de la funcionalidad del sistema legal.
Es por esta razón que es imperativo que el sistema legal innove y que la práctica del derecho se transforme en un sector de naturaleza virtual, tecnológica y digital. Sorprendentemente, el proceso de digitalización del sistema legal es mucho más accesible de lo que muchos sospechan. Esto se debe principalmente al hecho de que la ley opera en un principio prácticamente idéntico al aprendizaje automático de la inteligencia artificial.
El aprendizaje automático funciona por repetición e identificación de ejemplos similares para inferir información y aplicarla a nuevas situaciones. En más de una forma, este sistema es sorprendentemente similar a cómo se interpretan y aplican las leyes en la sociedad. La legislación de las leyes se basa en estudios de precedentes y en la aplicación de los hechos de los precedentes a nuevos casos que, aunque de naturaleza similar a sus precedentes, pueden necesitar nuevas soluciones porque presentan nuevos problemas. El sistema legal queda entonces con el deber de aplicar los hechos precedentes al nuevo conjunto de circunstancias presentadas y llegar a una conclusión lógica que proporcione una solución justa. Este proceso orientado a la lógica es exactamente el tipo de metodología a la que se puede aplicar con éxito la inteligencia artificial.
Es por estas similitudes que el campo legal probablemente se beneficiará de la digitalización de su operación. Especialmente ahora durante la crisis de la pandemia de Covid-19, y después de haber experimentado por primera vez una dependencia casi total de los programas virtuales para mantener nuestra economía y nuestra sociedad en marcha, es crucial para el sistema legal innovar y hacerse más accesible y digitalmente.
La inteligencia artificial y el aprendizaje automático probablemente puedan proporcionar las herramientas para gestionar con éxito los aspectos más mecánicos de la ley. Con un profundo sentido de comprensión de estos sistemas, los profesionales legales, así como el sistema legal en general, se beneficiarán enormemente. Ya sea que lo reconozcamos o no, la dirección de la sociedad es hacia un mundo digitalizado y virtual, y el campo legal tiene la oportunidad ahora, más que nunca, de convertirse en parte de lo que muchos llaman la revolución digital.